Después de más de 70 días cerrados, los comercios de indumentaria y calzado en la Ciudad pudieron finalmente abrir sus puertas: este lunes tuvieron su primer día de trabajo bajo un estricto protocolo de seguridad e higiene y en horario reducido para mitigar la expansión del coronavirus.
En, charla con el resto de sus colegas comerciants. Hay risas. Llegó el momento tan esperado. Todos estaban por abrir sus locales. Él tenía a su hijo que se encargaba de eso en el suyo, llamado Gotica outlet. Mientras, recorría la vereda junto a Clarín con un trapo de piso y alcohol en aerosol para su comercio.
«Estamos muy contentos. Abrimos, respetando a full todos los protocolos para evitar que nos contagiemos nosotros y nuestros clientes. Buscamos evitar el contacto», asegura Alejandro Fernández (51), dueño de un local en la calle Herrera, en Barracas, a Clarín.
Casi todos los locales adoptaron el mismo modus operandi: le piden por favor a los clientes que no toquen la mercadería; no está permitido probar ni las prendas ni el calzado; y en casi de que no le guste o no le quede bien lo que se compró, podrán devolverlo y cambiarlo por otra cosa o mismo se le reintegrará el dinero. Todo lo que ingrese al local será desinfectado y apartado durante 48 o 72 horas.
«Ni bien abrí tuve la suerte de que venga un cliente y compre una remera. No tocó nada. Le abrí la prenda para que vea la medida. Era para un regalo, así que le pregunté cómo era la persona y lo fui asesorando. Le mostré cuatro o cinco variables, optó por una y compró», narró Alejandro, que en este tiempo vendió a través de Instagram, Facebook y Mercado Libre. «Llegué a vender un 10% así. Son números irrisorios, para el puchero. Ahora esto también es un alivio psicológico también. Era muy agobiante», agregó.
Y reconoció: «Obviamente que el cliente quiere saber qué se está llevado. Qué tipo de tela es, qué contextura tiene, si es más livianita o más gruesa. En el caso de que la toque, separamos la prenda, la rociás y la separás. Es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar».
En la avenida Montes de Oca al 1100, también en Barracas, había mucho más movimiento. Es que allí los comercios de ropa y calzado están rodeados de otros que son esenciales, por lo que así pueden disponer de una mayor cantidad de posibles clientes, que, tras pasar y ver la vidriera, pueden comprar algo.
En esta posición se encuentra Ricardo Enrique Rojas (36), que, luego de atender a una señora, le abrió las puertas a Clarín en su local Class Express, donde se comercializa calzado femenino. Está contento. Vendió su primer par de zapatos del día. Ante la mirada de este cronista, la mujer se probó varias cosas con mucho cuidado y se limpió las manos con alcohol en gel constantemente.
«La mañana viene tranquila, solo miran la vidriera. Yo creo que va a ser tranqui la cosa, porque además trabajamos en un horario reducido. La gente quiere comprar, pero a la vez tiene miedo y no sale», dice Rojas.
¿En qué consiste su protocolo? Hay una sola persona en el local. Como todos, tiene un trapo de lavandina en el piso y alcohol líquido y en gel para el que ingrese. Su horario es de 11 a 18. Allí los zapatos se pueden probar, pero deberán usar medias descartables que él compró para la ocasión. Después, las tira y lo que se prueba y no se vende se desinfecta y se guarda por 48 horas.